Sentirte bien o mal en el trabajo afecta tu rendimiento y producción, por eso las empresas buscan velar por el bienestar de sus empleados, ya que son el principal recurso para conseguir metas.
Sin embargo, no todos los líderes y organizaciones tienen esto presente y prefieren acudir a la estrategia del miedo para estimular el trabajo. La pregunta es si esto funciona.
“El miedo, como todas las emociones, da un mensaje, no es que el miedo sea indeseable, pues nos hace andar con cautela y nos ayuda a cuidar eso que es importante, por eso si yo tengo temor a fallar, tendré más cuidado en lo que hago y no es que el fracaso se evite totalmente, sino que ayuda a ser más precavido. El problema es cuando el miedo paraliza a las personas y a las organizaciones”, aseguró María del Rosario Montejo, coach de la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito.
El miedo no permite cambios radicales o que un espíritu innovador se manifieste. Al tener temor, las personas son más prudentes y generalmente escogen el juego seguro para evitar las equivocaciones y más en una empresa donde los errores ‘se cobren’ muy duro.
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“El miedo a perder el trabajo y la producción de una persona dependen mucho de su personalidad, de cómo se enfrenta a las presiones, a algunos no los va a llevar a crecimientos positivos sino todo lo contrario y para otros sí es asumido como un reto que requiere mayor energía”, indicó Nicolás Jaramillo, manager de Sales & Marketing en Michael Page.
Los jefes deben saber que el miedo no es un gran motivador. Sí lo puede ser exigirles el máximo a sus subordinados, hacerlo de forma respetuosa y con un propósito claro. De eso también se trata el liderazgo.
“El miedo siempre se debe evitar en el caso del jefe, pues él siempre debe ser un guía en positivo, un líder que basado en confianza pueda promover y lograr el potencial de cada persona sin ser un bloqueo, sin presionar de más y generar un efecto contrario al logro de los objetivos”, agregó Jaramillo.
Presionar el desarrollo de los demás con la amenaza de perder el puesto puede ser una medida desesperada y una reacción a un mal momento personal, que muchos empleados resienten y que incluso pueden sentirse como acoso. Esas prácticas deben ser corregidas a tiempo por los superiores, pues no se deben usar amenazas en las relaciones laborales.
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Laura Lesmes Díaz
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