A pesar de los avances, al género femenino les toca la peor parte en lo que se refiere a vulnerabilidad del empleo.
Invertir en trabajo decente para las mujeres es un derecho para ellas y un bien para todos, dice la OIT. Estas dos historias lo confirman.
Michaela Walsh aún recuerda cómo se reían de ella los hombres de negocios cuando hablaba de ofrecer microcréditos a las personas como una forma de mitigar la pobreza.
?Los banqueros me decían que no tendría un efecto relevante en el mundo de las finanzas, que nunca llegaría a ser un negocio rentable?, dice Michaela Walsh, que inició su carrera profesional como practicante en Merrill Lynch, en Estados Unidos, antes de convertirse en la primera mujer gerente de la compañía.
Walsh se mantuvo fiel a su idea y en 1976 fue una de las fundadoras del Banco Mundial de la Mujer (WWB),
Nueva York, una iniciativa que ofrece pequeños préstamos y otros servicios financieros a empresarias de bajos recursos en el mundo.
?Esto fue mucho antes de que se comenzara a hablar de microfinanzas?, señala Michaela Walsh.
En la actualidad, WWB y su red de miembros ofrece apoyo, asesoría, formación e información a cerca de 9 millones de empresarios pobres en el mundo, 70 por ciento de los cuales son mujeres.
El Banco Mundial de la Mujer es un buen ejemplo de que invertir en trabajo decente para las mujeres no es sólo un derecho para ellas, sino también un bien para todos, el tema central este año para el Día Internacional de la Mujer.
El informe Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres de marzo de 2008 dice que en 2007, 1.200 millones de mujeres trabajaban en todo el mundo, cerca de 200 millones ? 18,4 por ciento ? más que hace 10 años.
El informe evidencia también que el porcentaje de empleo vulnerable, aunque disminuyó de 56,1 a 51,7 por ciento entre 1997 y 2007, es siempre mayor entre las mujeres que entre los hombres, en particular en las regiones más pobres del mundo.
?El aumento de la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo tiene un gran potencial como contribución al desarrollo económico, pero será posible aprovecharlo solamente si sus empleos son decentes?, dice el informe.
?El modelo a buscar es uno en el cual las mujeres puedan contribuir al crecimiento y al mismo tiempo beneficiarse de este crecimiento como participantes del mercado de trabajo, teniendo en cuenta que una de estas condiciones no se produce automáticamente como consecuencia de la otra?.
Esto es algo con lo cual Rupa Manel Silva, fundadora del Banco de la Mujer en Sri Lanka, se puede identificar.
Rupa Manel Silva proviene de una familia rural que soñaba enviar a sus cinco hijos a la universidad, pero la muerte del padre ? cuando ella tenía 14 años ? sumergió a la familia en una profunda crisis económica.
?Mi madre pensó que el matrimonio podría ser un modo para aliviar su carga. Recibí una propuesta de Colombo. Me casé en 1978 y fui a vivir a la capital. Tenía 19 años?, recuerda Rupa Manel Silva.
?Cuando una mujer no tiene la oportunidad de participar en otra actividad social además de las relaciones con las personas de su entorno, termina confinada en la cocina?, agrega Rupa Manel Silva, quien a pesar de las restricciones comenzó a colaborar con el Servicio Nacional de Urbanización para llevar a cabo proyectos de desarrollo en la ciudad donde vivía.
Gracias a sus dotes de liderazgo, fue estimulada a establecer un pequeño equipo de mujeres dedicadas a los servicios bancarios, un tipo de organización que ya existía en Sri Lanka.
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