El avance de la tecnología y los cambios sociales, económicos y culturales han transformado el mundo laboral, llevando a la desaparición de oficios que alguna vez fueron esenciales en la vida cotidiana.
Desde el lechero hasta el encendedor de faroles, estas profesiones quedaron obsoletas ante la llegada de inventos revolucionarios y nuevos hábitos de consumo.
Hoy recordamos algunos de estos trabajos que formaron parte de la historia y que, aunque ya no existen, dejaron una huella imborrable.
El lechero: un oficio noble que desapareció con el frigorífico
El lechero fue una figura icónica durante siglos, representada incluso en obras de arte por maestros como Vermeer y Goya.
Su labor consistía en repartir botellas y jarras de leche fresca cada mañana, junto con otros productos como huevos y mantequilla, directamente en las puertas de las casas.
Sin embargo, con la llegada del frigorífico en el siglo XX, este oficio perdió su razón de ser. La posibilidad de almacenar alimentos perecederos por más tiempo hizo que el lechero desapareciera gradualmente de las calles.
El operador de centralita: víctima de la tecnología digital
Antes de la era de los teléfonos inteligentes y las llamadas automáticas, los operadores de centralita eran esenciales para conectar llamadas, especialmente las de larga distancia.
Estos profesionales, también conocidos como telefonistas, gestionaban manualmente las comunicaciones desde centralitas físicas. Sin embargo, con la llegada de las centralitas digitales en la década de 1980, este oficio quedó obsoleto casi de la noche a la mañana.
El pregonero: la voz de las noticias antes de los medios masivos
El pregonero fue durante siglos el encargado de difundir noticias importantes en plazas y calles. Con una voz potente, este empleado público gritaba los anuncios oficiales, desde edictos reales hasta avisos comerciales.
Su origen se remonta a la Antigua Roma, y en España y sus colonias fue una figura clave hasta el siglo XIX. Sin embargo, con la aparición de los medios de comunicación masivos, como la prensa y la radio, el pregonero desapareció, dejando atrás una tradición que alguna vez fue vital para la sociedad.
El encendedor de faroles: iluminando las calles antes de la electricidad
En el siglo XIX, los encendedores de faroles eran indispensables en las ciudades. Con un palo largo y una mecha, estos trabajadores recorrían las calles al anochecer para encender las farolas de gas o velas.
Al amanecer, regresaban para apagarlas. Además, se encargaban de mantener las farolas en buen estado, reemplazando velas, aceite o pantallas.
Sin embargo, con la llegada de la electricidad y el alumbrado público automático, este oficio desapareció, marcando el fin de una era en la que la luz dependía de manos humanas.
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