Un informe de la Fundación Universitaria Salesiana, que analizó y cruzó datos del Sistema Público de Empleo (SPE), del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (Snies), del Observatorio Laboral para la Educación (OLE) y del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), entre otras fuentes como el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, indicó que actualmente hay 630 vacantes para ingenieros agroindustriales , de las cuales solo se están cubriendo el 30% por la falta de recurso humano especializado.
De acuerdo al análisis, en el momento hay cerca de 300 estudiantes que, solo en Bogotá , se están formando como ingenieros agroindustriales (Snies); el número de graduados en esta carrera, entre 2019 y 2020 en la capital del país, no superó los 60 profesionales; y su salario de enganche laboral está entre los $ 2'100.000 y $ 2'300.000 , eso sin contar que su índice de vinculación laboral es del 77%, lo que indica que entre 7 y 8 de cada 10 ingenieros agroindustriales consiguen trabajo en menos de 6 meses luego de que se graduaron (OLE).
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De igual manera, según información del Dane, el agro es la segunda actividad que contribuye en mayor número a la ocupación de mano de obra en el país, representada en más de 3 millones de personas que laboran en este sector.
Ante este panorama, los ingenieros agroindustriales tienen una oportunidad histórica y se perfilan como uno de los profesionales de mayor relevancia y con mejores expectativas de crecimiento.
De su trabajo depende, por ejemplo, garantizar el abastecimiento de los alimentos a todos los habitantes del país en la post-pandemia; así mismo, están en la capacidad de aportar uno de los principales debates del momento, como es la reflexión en torno a la importación de alimentos; y finalmente, son fundamentales para cerrar la brecha histórica de necesidades que no le ha permitido al campo tener el mismo nivel de desarrollo que las ciudades.
“Por estas y otras razones, la Ingeniería Agroindustrial está llamada a liderar los nuevos desarrollos del agro, apoyada en las posibilidades que existen de potencializar las diversas actividades productivas y económicas que ofrece el campo colombiano” , dice Camilo Navarro, decano de la Facultad de Ingeniería de la Fundación Universitaria Salesiana.
El salvavidas de la academia para garantizar la seguridad alimentaria
Aunque el país ha mantenido una tradición agrícola durante varios siglos, la dificultad de competir con las producciones subsidiadas por otras naciones, sumada a desarrollos y enfoques recientes en otros renglones de la economía nacional, ha hecho que Colombia se convierta en un país importador de sus propios alimentos. Esta tendencia deberá replantearse en los años por venir, con la participación decidida de los ingenieros agroindustriales.
“La post-pandemia va a tener un efecto significativo en la producción y el procesamiento de alimentos. En este momento el país importa más de 10 millones anuales de toneladas de granos y, con las restricciones de movilidad que se presentaron recientemente por el paro nacional, vamos a tener que fortalecer nuestras materias primas y la producción local”, asegura Navarro.
La variedad de climas, tierras y biodiversidad con los que Colombia también son un factor que juega a favor del propósito de revitalizar el campo y sus múltiples posibilidades, un objetivo hacia el cual necesariamente deberá mirar el gobierno Nacional, considerando el momento por el que atraviesa el mundo y el gran rezago que, en materia de crecimiento económico y social, presenta el sector rural frente al urbano.
En este sentido, es importante destacar algunas cifras como las citadas por Jens Mesa, presidente ejecutivo de Fedepalma, en el prólogo al libro “El Agro y la Agroindustria en Colombia”, según las cuales la nación posee una frontera agrícola de más de 40 millones de hectáreas de la cual solo 7,1 millones (es decir el 17,75%) están cultivadas.
La meta, concluye el informe de la Fundación Universitaria Salesiana, es formar a más ingenieros agroindustriales que puedan, no solo superar la brecha que actualmente existe en esta carrera y que podría poner en jaque la seguridad alimentaria del país en el corto o mediano plazo, sino también es necesario formar a más profesionales que estén en la capacidad de resolver la paradoja que indica que el campo, pese a ser el mayor depositario de esperanzas futuras en materia de abastecimiento de alimentos, hoy se sigue empobreciendo debido a la deuda histórica que varias generaciones de colombianos se mantienen con el sector rural.
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